Sinónimo de pureza, el blanco es por méritos propios, uno de los colores principales de la arquitectura y el diseño de interiores. Tanto que, hoy en día, sigue siendo un valor en sí mismo. No en vano, además de aportar luz y amplitud a los diferentes espacios de una vivienda, el color blanco es ideal para realizar formas y volúmenes. Por eso en Grupo Tenerife lo tenemos claro: ¡Larga vida al blanco!

En efecto, la sencillez del blanco ayuda a definir con más claridad cuerpos y ángulos, por lo que es uno de los colores más utilizados en fachadas y voladizos. Es por eso que es el color más adecuado para crear una arquitectura de líneas puras y formas geométricas perfectas en proyectos en los que se busca el contraste con el entorno natural.

Muchas veces son los propios materiales los que dan el color y en el caso del blanco no es una excepción. La piedra sinterizada de Lapitec, por ejemplo, o la piedra caliza Caribbean Shell, la más blanca del mercado, suman las texturas naturales a la pureza del blanco.

Si bien en los espacios exteriores el blanco tiene la capacidad de delimitar las formas y reforzar los contrastes, en las estancias interiores su papel es aún más versátil. Por un lado, ayuda a dotar de ligereza los elementos estructurales y arquitectónicos, pero, sobre todo, es el color que permite apreciar mejor las texturas naturales de la piedra o la madera. Ya sea como pavimento o como recubrimiento en paredes u otras superficies, el poder evocador de, por ejemplo, las vetas del mármol de Carrara se multiplican gracias al blanco.

En definitiva, hablamos de un color único, sinónimo de nobleza y que permite apreciar con todo lujo de detalles los diseños naturales de la piedra. Tal vez por algo es el color característico de estilos tan distantes como el nórdico o el Mediterráneo. Y tal vez por eso resiste, como ningún otro color el paso del tiempo.