Uno de los trabajos más nobles e impresionantes en los que puede participar un arquitecto es en el diseño o desarrollo de espacios públicos, ya que al finalizar esa obra se convierte en propiedad de la ciudadanía, elevando la plusvalía y mejorando la calidad de vida de los mismos.

Algunos de estos proyectos son pensados para mejorar la circulación vial, los cuales deben presentar una solución para atascos y flujo en el que se demuestre un diseño estratégico capaz de cumplir con los requerimientos de la ciudad.

En el tema de espacios públicos, también entra el rescate urbano, una actividad noble en la que se pretende recuperar y restaurar aquellos lugares que pueden estar deteriorados y/o abandonados por diferentes razones, pero aun así merecen ser reutilizados por los ciudadanos.

El espacio público está en la esencia de lo urbano, desde la antigüedad hasta nuestros días es el espacio del encuentro y el intercambio. Enriquece las prácticas urbanas y alienta la participación de los ciudadanos y su interés por las cuestiones comunitarias. Una ciudad sin plazas, ni parques, ni espacios para el encuentro casual no solo sería pobre ambientalmente, sino también en los aspectos arquitectónicos.

El detalle en este tipo de eventos reside en que no se cumple el deseo de un solo cliente, se trabaja para toda una ciudad, una que tiene ya su estilo que debe respetarse para que sus habitantes puedan disfrutar e identificarse con estos.

La misión es cumplir de manera creativa a la exigencia de la propia sociedad en la que se planea  trabajar, escuchar todas esas voces es un reto, uno que explotará las habilidades de cualquiera hasta estratos realmente impresionantes, al finalizar la obra tal vez el nombre del arquitecto sea difícil de recordar pero no su trabajo. La verdadera recompensa está en que la ciudadanía pueda disfrutar de esos espacios libremente.